Universidad – Empresa – Estado – Sociedad
La conceptualización de la relación Universidad-Empresa-Estado, originalmente conocida como El triángulo de Sábato, cumple en el 2018 50 años de haber sido formulada, luego que en 1968 los investigadores argentinos Jorge Sábato y Natalio Botana plantearan en su artículo “La Ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina”:
“No basta una vigorosa infraestructura científico–tecnológica para asegurar que un país será capaz de incorporar la ciencia y la técnica a su proceso de desarrollo: es menester, además, transferir a la realidad los resultados de la investigación; acoplar la infraestructura científico–tecnológica a la estructura productiva de la sociedad”.
Idea seminal que luego fue reelaborada por los investigadores Loet Leydesdorff y Henry Etkowitz en la década de 1990 en lo que hoy se conoce como La Triple Hélice de la innovación.
Cincuenta años más tarde, el concepto planteado originalmente por Sábato y Botana tiene más vigencia que nunca, y de manera muy especial en nuestro contexto en el proceso de desarrollo y consolidación de un ecosistema regional de investigación, innovación y desarrollo productivo y social.
Por: Félix Londoño G.
Director de Investigación Universidad EAFIT
“El concepto de una fuerte relación Universidad-Empresa-Estado como cimiento para lograr una sólida estructura productiva con un alto impacto social sigue siendo una idea disruptiva y retadora 50 años después de que fuera planteada de manera magistral en nuestro propio entorno latinoamericano”
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De aquí que cobren especial importancia los diferentes componentes y actores del sistema que se han venido configurando en la región en los últimos años. Los grupos, centros e institutos de investigación, la mayoría de ellos con asiento en las Universidades, y articulados con sus sistemas de formación de maestría y de doctorado. Las oficinas de transferencia que han venido consolidando las universidades, precisamente con el propósito, tal como lo plantearan Sábato y Botana, de “procurar la transferencia a la sociedad de los resultados de la investigación”.
La conciencia, cada vez más instalada en las empresas, sobre la relevancia que tiene sustentar su desarrollo productivo y de innovación en los pilares del nuevo conocimiento producto de las actividades de investigación, y en este sentido trabajando de manera articulada con los investigadores en sus agendas estratégicas. El hecho de que las empresas han asumido pactos y retos de innovación acorde con las tendencias y la competencia nacional e internacional. Evidencia de ello lo constituyen las certificaciones en innovación obtenidas por algunas empresas y la manera como están estableciendo sus propias unidades de investigación y desarrollo que contemplan, entre otras, la vinculación de doctores como parte esencial de su personal.
Más allá de las capacidades y acciones adquiridas y adelantadas por cada uno de los actores, lo que más contribuye al desarrollo y fortalecimiento del ecosistema son aquellas iniciativas desarrolladas de manera articulada y con el respaldo del tercer actor, El Estado, quien tiene en sus manos la responsabilidad de realizar el trazado y dar el respaldo requerido en torno al norte político de la Ciencia y la Innovación.
Se trata en últimas de estructurar y dinamizar las organizaciones usualmente denominadas del tipo Interfaz. En el caso de Antioquia como región hoy día representadas por entidades como: El Comité Universidad Empresa Estado, Ruta N, Tecnnova y demás oficinas articuladoras entre los actores del Ecosistema Regional de Investigación e Innovación. Entidades que, en términos de Sábato y Botana, son las que finalmente tienen como propósito “acoplar la infraestructura científico–tecnológica a la estructura productiva de la sociedad”.
Finalmente, no se puede dejar de lado a la Sociedad como beneficiaria del trabajo interrelacionado y colaborativo que hoy día realizan los actores Universidad-Empresa-Estado bajo el modelo del Triángulo de Sábato o de la Triple Hélice. Una sociedad que ad portas de completar su cuarto de tránsito en el siglo XXI está cada vez más inmersa en un mundo en alto grado permeado por la innovación y el conocimiento.