Decir todos sí a la educación ambiental, es decirle si a la superviviencia

Muchos son los sectores que muestran a diario interés por el cuidado del ambiente. Y aunque el llamado de lo reiterativo puede sonar desgastado, incluso por vincularse con intereses económicos y/o políticos que le han llevado al deterioro, no podemos desconocer la importancia que tiene para todos pues es un asunto de supervivencia y conciencia que compete a todos.

En las casas, la empresa, en las entidades gubernamentales y en los colegios el tema ambiental debe cobrar cada vez más mayor importancia. No es sólo un asunto de reciclar o de moderar el consumo de agua, es un tema en el que debemos educarnos desde los niños hasta los adultos.

En Colombia, el Ministerio de Educación Nacional en cumplimiento de la Ley 99 de 1993 y de la Ley 115 de 1994 emitió el decreto 1743 de 1994 que ordena a las instituciones educativas públicas y privadas en todos sus grados a que incluyan los proyectos ambientales escolares conocidos por la sigla PRAE en sus proyectos educativos. El interés del Ministerio de Educación en consonancia con las leyes mencionadas es conducir a las instituciones y a través de ellas a la comunidad educativa a generar conciencia del cuidado del ambiente, necesario para la calidad de vida de los seres humanos, la conservación de los recursos naturales y el desarrollo de una conciencia ecológica.

Javier Manjarrés

Por: Javier Manjarrés Pabón, Ph. D.
Director Nacional de Educación de la Corporación Educativa Minuto de Dios
Autor del libro “Formación de cultura ambiental para la vida”

Sin embargo, los avances en algunas instituciones se quedan en un cumplimiento de papel, para cumplir en caso de una visita de supervisión, o en emotivas celebraciones del día del árbol que poco impactan en la comunidad educativa. Sin duda hay mucho por hacer, en todas las empresas, en todas las casas, en todas las instituciones educativas para comprobar que en éste como en otros temas, la cultura no se genera mediante leyes ni decretos.

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En realidad los problemas de la educación ambiental, están anclados no sólo a lo ambiental sino también a lo educativo, y la pedagogía va anclada inevitablemente a la realidad, lo que debería evidenciarse en los enfoques y metodologías que la hacen posible. Esto implica ruptura con los paradigmas verticales y el reconocimiento de que en nuestra época, más que en cualquier otra, los mayores aprendizajes están fuera de la institucionalidad y esto le exige a la escuela abrirse para integrarse como facilitadora de los procesos que necesariamente debe vivir  cada estudiante para entrar en la dinámica del aprender y el desaprender continuo. Lo que podría traducirse en el “Aprender a Aprender”, en términos simples el propiciar en el estudiante la posibilidad de reconocerse y descubrir cómo se dan sus propios procesos de pensamiento para sacarles mejor provecho en función del aprendizaje, y mediante el uso de las estrategias metacognitivas; de tal manera que frente a cualquier circunstancia de la vida se pueda estar aprendiendo y estableciendo vínculos con el contexto en el cual se encuentra inmerso. Una educación de esta naturaleza necesariamente obliga al desarrollo no sólo de los aspectos cognitivos relacionados institucionalmente con lo académico, sino también al reconocimiento de las múltiples dimensiones del ser humano, lo que le ayuda a ampliar el horizonte de sentido y una comprensión más profunda y global del mundo.

Por otro lado, para que la educación ambiental logre impregnar la esfera de lo cultural es necesario un descentramiento de la visión antropocéntrica que ha venido perpetuándose, según la cual los seres humanos como dominadores del entorno nos situamos fuera del conjunto de los seres vivos con el derecho suficiente para romper el equilibrio de la naturaleza que incluye la premisa de que ella podrá recuperarse. El reconocernos como una especie más nos lleva a la conciencia de que así como muchas otras, podemos desaparecer si no nos preocupamos por mantener las condiciones necesarias para nuestra supervivencia, lo cual incluye las acciones de las colectividades (empresas, estados, organismos no gubernamentales…) pero también la acción de los individuos en la cotidianidad de su vida. El ser humano al reconocerse como un integrante más del equilibrio del ecosistema planetario, siente con mayor fuerza el llamado a entrar en armonía con los demás seres, con la naturaleza en general e incluso la responsabilidad de que sus avances tecnológicos se den de tal manera que no pongan en peligro la posibilidad de la vida humana y su continuidad.

Estos elementos han sido considerados a la hora de adelantar las indagaciones, los análisis y los procesos que han dado como fruto la publicación: Formación de cultura ambiental para la vida, un producto del trabajo colaborativo entre la Corporación Educativa Minuto de Dios y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia. Esta publicación es el punto de partida que permitirá con una metodología pertinente y actualizada la revitalización de los PRAES, inicialmente en las 36 instituciones públicas y privadas del Minuto de Dios a lo largo y ancho de Colombia y posteriormente proyectarse a otras instituciones del país. El documento recoge elementos del Programa Nacional de Educación Ambiental y Participación, incluye los aportes del Sistema Nacional Ambiental –SINA- y los elementos técnicos necesarios; pero sobre todo, se propone como meta la generación de una verdadera cultura ambiental como resultado del proceso de educación ambiental. Lo que a su vez coincide con el llamado del Papa Francisco en su encíclica “Laudato si” en la que invita al cuidado de la casa común. Lo que está en juego indudablemente es la supervivencia de la especie humana.

 Francisco. Carta enc. Laudato si.

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