El Riesgo Público en los Puestos de Trabajo

Según el último informe sobre el censo delictivo de la Fiscalía General de la Nación, en Colombia, los delitos más denunciados durante el 2016 fueron el hurto en todas sus modalidades y lesiones personales, le siguen violencia intrafamiliar, el tráfico y porte de estupefacientes.   Hago énfasis sobre los delitos más denunciados, porque esto hace parte de lo que conocen las autoridades y alimenta las estadísticas (Criminalidad aparente), pero la realidad puede ser otra (criminalidad real) si consideramos, que lo que no se denuncia es mayor (Criminalidad oculta).  Este fenómeno ocurre por lo complicado de los trámites, miedo a retaliaciones, la desconfianza en las autoridades y la justicia, entre otras muchas razones.

Están quedando en el pasado, delitos de alto impacto como el secuestro, la extorsión, los atentados y otras conductas relacionadas, que afectaban directamente el ambiente laboral.   En su momento, las empresas para protegerse dedicaron recursos importantes, dispusieron de herramientas y diseñaron estrategias encaminadas a eliminar riesgos y/o mitigar el impacto, que aún hoy se mantienen, a pesar que la dinámica de la amenaza ha ido cambiando en la medida en que la dinámica social ha generado nuevas necesidades.

En el pasado más próximo los fenómenos sociales en torno a la ansiedad de “poder” del ser humano, y las conductas intencionales de agresión (conductas delictivas) que se derivaron, y están relacionadas con actos que tienen este propósito.   Hoy podemos analizar, que estos giran más en torno de la “supervivencia” y la ansiedad por el dinero fácil en el afán por mejorar calidad de vida.

En la ansiedad por la supervivencia y el mejoramiento rápido de calidad de vida surgen las conductas intencionales de agresión que van desde los robos menores en las calles de un celular o una bicicleta, hasta la conformación de pequeñas y grandes empresas del delito, al servicio de las bandas delincuenciales conformando una especie de outsourcing de servicios criminales.   Este mercado criminal se encuentra en la informalidad, en el trabajo indecente, en la pequeña economía delincuencial, en el desempleo y en las comunidades más deprimidas en donde este tipo de oportunidades superan de lejos las de la sociedad formal.

Las víctimas, se encuentran por su puesto en la economía formal, pues las agresiones ocurren generalmente de camino al trabajo, en los lugares de trabajo, en las zonas industriales, en el transporte público, en las horas pico, cerca de las universidades, y en donde el agresor pueda identificar la presencia de trabajadores vulnerables con ingresos estables.

¿Pero porqué tratamos el riesgo en los puestos de trabajo?

Antes de responder, recordemos que en la definición de Riesgo Público nos referimos a conductas intencionales que causen daño y generen lesiones físicas o sicológicas en uno o varios trabajadores.   Estas conductas generan accidentes de trabajo pues van acompañados de una incapacidad temporal o permanente que alimentan, además, las estadísticas de ausentismo.  En lo intencional está la diferencia con los accidentes comunes, y el carácter intencional de un acto por pequeño que parezca, es una conducta criminal.

En el nivel Ejecutivo: en el pasado, los funcionarios eran atractivos por lo que podían representar para su empresa en términos de secuestro o extorsión.  Su trabajo, ayer, hoy y siempre es y ha sido representativo y de alto impacto social.  Hoy son más atractivos en lo individual, por el medio socioeconómico en el que se desenvuelven, por la capacidad para disponer de un volumen de dinero en efectivo importante de manera rápida, logrando de forma directa o a través de sus vulnerabilidades resultados importantes.   Las vulnerabilidades en el nivel ejecutivo giran en torno de sus familiares más cercanos, sus rutinas y sus malos hábitos sociales.

Para los representantes legales de las empresas, los riesgos son muy similares a los del nivel ejecutivo, pues se mueven en el mismo medio sociolaboral, pero difieren en la medida que terminan siendo, además, personajes públicos, por situaciones que sean de conocimiento de los medios de comunicación.

Entonces, es necesario hablar de los riesgos en trabajadores o funcionarios que son personajes públicos.   En un extremo podemos considerar a líderes políticos, institucionales y corporativos quienes cuentan con verdaderos aparatos de protección para evitar lesiones y proteger su vida, y en el otro extremo podemos identificar a trabajadores visibles de las empresas en regiones apartadas o deprimidas, en donde junto con las autoridades son las personas más importantes de la zona.  Las vulnerabilidades en personajes públicos giran en torno al equivocado exceso de confianza en quienes tienen la responsabilidad de protegerlos, el escaso compromiso por la prevención y el autocuidado, y sus malos hábitos laborales, sociales y familiares, (…) en algunos de los casos.

En los grupos de apoyo administrativo sus riesgos navegan en medio de un mar de responsabilidades compuesto por el manejo de la información corporativa, la información personal de sus líderes, conductas de acoso laboral, los riesgos que en estos ambientes significan sus desplazamientos individuales y los riesgos propios de las instalaciones físicas en donde desarrollen sus actividades. Las vulnerabilidades en este tipo de población giran en torno de sus conductas personales, de la indiferencia por los programas de prevención corporativos, y del escaso compromiso por la seguridad colectiva.

En los trabajadores de planta los factores de riesgo público no son muy diferentes, aunque son frecuentes algunas situaciones provocadas de sabotaje y algunas conductas relacionadas con la violencia en el puesto de trabajo.   Las vulnerabilidades en este tipo de población trabajadora están alrededor de sus hábitos personales y de trabajo, de la indiferencia por los programas de prevención y de la escasa credibilidad y compromiso por planes de seguridad corporativa.

Hay un grupo que podríamos calificar como “trabajadores de calle” en donde podemos incluir los visitadores técnicos y comerciales, fuerzas de ventas, conductores, mensajeros, y otros cuya función es la de estar desplazándose de manera permanente por las áreas urbanas y rurales. En ellos los riesgos están de manera específica en la marca que representan y en la contaminación delincuencial de los lugares de trabajo.   Las vulnerabilidades en este tipo de trabajadores giran en torno de los riesgos en la calle, de sus hábitos sociales y de trabajo, y de la poca comunicación con el área corporativa que tiene la responsabilidad de asesorarlos y apoyarlos en el manejo de su propia seguridad.

Los factores de Riesgo Público en contratistas y proveedores de servicios en la empresa se derivan por su puesto en gran parte de la dinámica de la amenaza y de los riesgos que la afectan.  Este es un factor que muy pocas veces se tiene en cuenta a la hora de establecer relaciones contractuales.     Pero este es un fenómeno que se da en doble vía, pues las empresas deben ser cuidadosas de los riesgos de sus contratistas y de algunas conductas de sus subordinados en donde se incuban factores de riesgo público que al final se manifiestan en accidentes de trabajo.

En grupos de seguridad y protección los riesgos son numerosos, frecuentes, variados y de alto impacto, pues son ellos una de las barreras de protección que dificultan o retardan un propósito criminal.   La mayor parte de las vulnerabilidades en este tipo de grupos de trabajo se generan por excesos de confianza, equivocados planes de prevención, paradigmas de seguridad, problemas de profesionalismo, escasa capacitación y entrenamientos inadecuados, falta de protocolos y un sinnúmero de factores propios de este tipo de actividad, que, frente a la creatividad y el arrojo criminal, deben actuar de acuerdo con su criterio y experiencia personal. Los índices de accidentalidad por factores de riesgo público en este tipo de población trabajadora son preocupantes.

La regionalización de los negocios, es una estrategia de las empresas para optimizar recursos y obtener mejores resultados, considerando que la cultura laboral desde México hasta la Patagonia tiene factores diferenciales en la forma, pero en el fondo es muy semejante.   En este sentido, los factores de riesgo público son muy similares, y aunque existen diferencias en necesidades sociales, hoy por hoy el objetivo común es de supervivencia y mejoramiento de la calidad de vida.   En Venezuela se está dando una situación un poco diferente en el que la violencia social y política se ha disparado, generando desplazamientos que al final impactan el ambiente social y laboral propio y el de los países de destino.

Quitémonos la idea de un puesto de trabajo como un lugar fijo en donde se cumple con una actividad remunerada; porque más bien son, un conjunto de actividades, gestión y responsabilidades desarrolladas en sendos lugares y de los que se esperan resultados.

Y si revisamos la prevención, en este contexto, encontramos factores comunes de riesgo provenientes de un sinnúmero de causas sociales propias de cada región, que se manifiestan además, con el desempleo y la falta de oportunidades, pero a su vez también, vulnerabilidades comunes en la indiferencia frente a los programas de prevención, falta de compromiso con los planes de seguridad colectivos, poco interés por el autocuidado y descuido individual, adoptando malos hábitos sociofamiliares y de trabajo.

Todos los sectores económicos poseen factores de riesgo típicos y propios de su actividad y de las áreas geográficas de cubrimiento, pero este será tema de otra entrega.

“Deja que otros lleven roles simples y descuidados, pero no tú.   Deja que otros discutan las normas básicas de prevención, pero no tú.   Deja que otros dejen su seguridad en manos de otros, pero no tú.”

 

Por Guillermo González Mendigaña

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